Sucede que en algún momento de nuestras vidas tomamos la firme y llana determinación de atribuirnos los problemas ajenos como propios, de sentirnos responsables del bienestar y la felicidad de otro ser humano y de vernos obligados a encontrar soluciones prácticas a sus malestares; dicha decisión es social y familiarmente reforzada al encontrar como aceptable la conducta de aquel cuya capacidad de servicio sobrepasa los estándares y de quien da por los demás hasta la vida como una gentil y caritativa muestra de humanidad, obteniendo con ello títulos como el de “Buen hijo”, “Buena madre”, “Buena esposa”, etc.
El codependiente se caracteriza por adoptar dentro de sus patrones de comportamiento aquellos que le permitan sobre involucrarse en sus relaciones, dedicando la mayor parte de su tiempo y energía a contemplar, analizar y redirigir la vida de otros dejando de lado las propias necesidades y permitiendo que sus emociones dependan del éxito o no de su principal objetivo: “Cambiar al otro”; este se apropia del sufrimiento ajeno para adoptarlo como propio y sufre por situaciones por las que realmente no le corresponden sufrir. La codependencia es una alteración en las relaciones interpersonales producto del entorno en que hemos crecido y en el que recibimos educación y formación, una familia rígida, con reglas inflexibles y en la que las necesidades emocionales básicas de sus miembros no son satisfechas se convierte en terreno fértil para dicho trastorno. Tal como cita Melody Beattie en su libro Libérate de la codependencia: “La codependencia es un modo de satisfacer las necesidades que no satisface las necesidades” en la que el deseo de cambiar a otro se vuelve algo sumamente apremiante llegando, inclusive, a convertirse en la razón de existir.
La necesidad de control forma parte de una de las características principales en la codependencia, por tanto el codependiente necesita controlar los pensamientos, sentimientos y actos del otro; evidentemente una persona emocionalmente estable no permitirá que un segundo dirija su vida y por tanto la alianza perfecta sucede con personas cuyas capacidades de autosuficiencia se han visto nubladas tal y como sucede en el caso del alcohólico y adicto, este necesita de las habilidades de otro para ser rescatado y el codependiente necesita “ser necesitado”. Pese a los múltiples intentos del codependiente por controlar la conducta del otro, este no manifestará cambios sino hasta que experimente un cambio psíquico, sin embargo la falta de resultados para el codependiente solo representa una prueba más de que aún no se ha explorado toda la gama de posibilidades y de que necesita de un mayor esfuerzo.
Para Scott Egelston, rescatar consiste en hacer cosas por los demás que son capaces de hacer por sí mismos y que probablemente deberían estar haciendo. El codependiente se esfuerza por rescatar al otro de las posibles consecuencias de sus actos inmaduros aún cuando dichas consecuencias disten mucho de ser realistas llegando incluso a anticiparse a los deseos y demandas de este. Y es muy claro, al impedirle al otro el desarrollo de habilidades, este permanece en estado de inutilidad, por lo que el codependiente garantiza con ello su utilidad.
Dicho de otro modo la codependencia puede ser definida como la adicción a una persona en la que están presentes ideas obsesivas en torno al otro, conductas compulsivas como los múltiples intentos por controlar sus actitudes, el incremento de la tolerancia hacia las invasiones y la transgresión de límites, dificultad para la expresión emocional, actos de insano juicio que afectan las diferentes áreas de desarrollo humano así como un notorio deterioro físico y emocional.
La fantasía de lograr cambiar a otro ser humano se convierte en el principal alimento del codependiente y en la más sutil y elegante forma de evasión de los propios sentimientos. Resulta más sencillo observar la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio; sin embargo cuando aparentemente es el codependiente quien lleva el control de la relación este es controlado por las carencias, trastornos o actitudes del otro por tanto el controlador se convierte en controlado.
Después de un tiempo el codependiente se enfrenta a una vida llena de conflictos y malestares tales ante los que solo existe una solución: “El desprendimiento emocional”; el desprendimiento implica la aceptación de soy capaz y merecedor de una vida libre y plena, de vivir no con martirio, pesar y mortificación sino con esperanza, optimismo y felicidad, de tomar responsabilidad de mi vida y permitir a otros asumir la responsabilidad de sus acciones, de aceptar mi impotencia ante la conducta de los demás y de abocarme a la solución de los únicos conflictos que me pertenecen, los propios.
La toma de conciencia de mi propio valor como persona, la expresión de sentimientos y emociones, el establecimiento de mis propios límites, deshacerme de falsas ideas como la posibilidad de cambiar a otros y el iniciar un proceso de autoconocimiento son solo algunas de las herramientas de las que te puedes valer para iniciar tu proceso de recuperación como codependiente.
A veces implica más cariño hacer que otra persona experimente las consecuencias naturales de sus actos aun que esto sea doloroso para ambos. A la larga, los dos saldremos beneficiados. Hoy voy a poner el amor al frente de mi vida.
“Todo lo que tengo que hacer es retirar las manos y poner el corazón”
…En todas nuestras acciones
Psic. Guillermo García, Terapeuta de Familia.