Los episodios de ansiedad están acompañados con una sensación abrupta de miedo con síntomas físicos de gran intensidad que pueden ser complicados de controlar. Las causas pueden ser varias, desde eventos o pensamientos peligrosos a desencadenantes físicos, como en el caso del estrés emocional o insomnio.
Además, se pueden presentar otros síntomas como alteraciones de la visión, taquicardia e hiperventilación. Dentro de las técnicas de afrontamiento se encuentran la tolerancia a los síntomas y concentración en actividades en lugar de tratar de controlar esta condición con ansiolíticos.
En este sentido, para tener la oportunidad de prevenir las crisis provocadas por este trastorno, es conveniente manejar un estilo de vida saludable, a través del ejercicio regular, la alimentación equilibrada y un buen descanso.
¿Qué es lo que desencadena este padecimiento?
Generalmente lo que puede encadenar una crisis es una situación que ya has podido identificar como “peligrosa”. Un ejemplo de ello se puede notar cuando presentas una crisis en el metro, donde se puede reconocer el metro con un posible desencadenante y esto puede llevar a impedir ir al metro o a que reaparezca una crisis si lo haces.
Por tanto, otras veces el desencadenante puede ser el pensamiento, ya que pensar ¿y si me pasa?, ya vuelve a conectar las respectivas alarmas.
Este trastorno suele anticipar un futuro catastrófico, a pesar de que nunca se haya cumplido. En otras ocasiones, es posible que te cueste reconocer un desencadenante, y a esto es lo que se puede denominar como “crisis inesperada”. En este tipo de situaciones, el desencadenante tiende a ser una sensación física.
Llegando a presentarse por el hecho de que no se puede dormir bien, se siente el cuerpo extraño, se tiene resfriado, se escuchan ruidos fuertes o ante eventualidad emocionales, como en el caso de una película. Todo esto puede llegar a alterar tu cuerpo y hacer que se puedan activar las alarmas.
¿Cuáles son los primeros síntomas?
Es importante saber que los síntomas pueden variar de una persona a otra. Como es de saberse, un ataque de pánico o episodio de este trastorno es un tipo de respuesta adaptativa al cuerpo ante una situación de peligro.
Viene siendo una respuesta que te permite actuar frente al peligro, porque te prepara para luchar o huir de este. Pero, en algunas ocasiones, la respuesta ocurre cuando no debe y de manera desproporcionada, lo que puede asustarte. Entre los síntomas comunes se encuentran algunos como:
- La tensión muscular incrementa, en ocasiones puede causar inquietud, temblores o rigidez.
- Se puede sentir taquicardia, presentar una subida de la tensión arterial, etc.
- La respiración se acelera, llegando a presentarse, hiperventilación y boca seca.
- Visión borrosa o sensación de irrealidad.
¿Por qué nos cuesta tanto controlar la ansiedad?
Todos presentamos ansiedad, aunque de varias formas. Es decir, un poco de ella puede ser de utilidad, dado que, te puede estimular y permite estar alerta y rendir más ante ciertas situaciones. Por ejemplo, puedes sentirte ansioso ante situaciones complejas, lo que permite solventar ciertos problemas antes que los demás. Sin embargo, en ciertos casos cuando esta condición es muy intensa o aparece cuando no corresponde, puede convertirse en una gran limitante.
Cuando se presenta un ataque de pánico que no es más que estar ansiosos de repente y con gran nivel de intensidad, cuanto más se busca controlar los síntomas más te das cuenta que no se puede, esto puede incrementar este trastorno. En pocas palabras, cuanto más se busca llegar a controlarla más pendiente se está de ella y eso puede generar aún más esta condición.
¿Hay personas más propensas a padecerla?
Pese a que este trastorno puede estar presente en el diario vivir, es evidente que, en ciertos casos los estresores ambientales y otros acontecimientos pueden llegar a incrementar el nivel de este trastorno y al mismo tiempo su dificultad para controlarlo. A pesar de que estos aspectos ambientales son claves a la hora de comprender la aparición de este trastorno u otro malestar emocional, es importante considerar otros factores.
Por una parte, existe evidencia científica que los factores hereditarios o genéticos pueden predisponer a que se manifiestan más síntomas en el estado ansioso-depresivo. Pero, esta predisposición no quiere decir que se tenga que desarrollar este trastorno.
Además, los rasgos o tipos de personalidad específicos, pueden favorecer la presencia en mayor parte de una clínica de característica ansiosa. Generalmente, las personas que se pueden denominar dependientes o evitativas, presentan un nivel elevado de este trastorno producto de una baja autoestima o inseguridades.
Existen otras personalidades propensas a presentar más este trastorno por un alto nivel de exigencia o autorresponsabilidad y, en muchas circunstancias, rasgos obsesivos y controladores.
Además, estas personalidades pueden llevar consigo una baja tolerancia a la frustración y elevadas dificultades para hacer frente a los cambios que se presentan en la vida cotidiana.
¿Cómo podemos ayudar a una persona con este trastorno?
Se recomienda tener presente que un ataque es desagradable, sin embargo no es peligroso. Por tanto, no te debes asustar, sino todo lo contrario, debes conservar la calma y acompañar a la persona ofreciendo la ayuda que requiere o buscar apoyo de especialistas en tratamiento ansiedad.
Es posible recordarle que las sensaciones pueden ser desagradables, pero no existe ningún peligro, que durará poco tiempo y su estado puede bajar, que para ello le estarás acompañando.
Existe la posibilidad de que pueda pedir contacto o que la dejes sola. En ese momento, es importante respetar lo que necesite y cuando el episodio pase, es posible hablar con ella de lo que ha ocurrido. Cabe destacar que, la sobreprotección no ayuda, pero tampoco se puede ser demasiado rígido y obligar a la persona a que actúe de cierta forma.
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