Los factores biológicos y genéticos, sociales y ambientales predisponen a una adicción, ya sea de sustancias legales como ilegales. Existen aplicaciones terapéuticas del cannabis, por lo que si se consume la marihuana con este fin, las personas deberían ingerir la dosis exacta recomendada por el especialista, tal como se procede con las medicinas. Pero no sucede así. Incluso, se consume en ausencia de enfermedad alguna, solo de manera recreativa.
Además, hay personas que presentan en su personalidad rasgos con tendencia a la “búsqueda de sensaciones”, esto es algo que puede facilitar el desarrollo de una adicción. Esta precisión se debe a que las sustancias externas que alteran las funciones cerebrales pueden llevar a quien las consume con periodicidad y abuso a desarrollar dependencia o adicción a ellas.
Por ejemplo, comer en exceso puede provocar una descompensación en el circuito de recompensa; en los comedores compulsivos, los impulsa a buscar alimentos ricos en grasas. “Esta similitud hace pensar que muchas de las compulsiones, o conductas adictivas humanas (por ejemplo, adicción al sexo y a los juegos de azar) podrían tener relación con desequilibrios de dopamina o de otros neurotransmisores”. Décadas atrás la drogadicción se consideraba un problema moral y de falta de voluntad. Hoy se reconoce como una enfermedad cerebral porque las drogas modifican la química, la estructura y el funcionamiento de ese órgano.
CEREBRO DEL ADICTO: Las sustancias adictivas –alcohol, cigarrillo, ciertos fármacos y las drogas ilegales–, actúan de manera directa a nivel cerebral. La adicción es una enfermedad cerebral porque las drogas modifican la estructura y la función del cerebro; los cambios bioquímicos que suceden en el cerebro del adicto son los responsables de la compulsión observada en los episodios de uso descontrolado. Los neurotransmisores son sustancias químicas naturales del cerebro, que son responsables de las actividades cerebrales y de transmitir el mensaje entre neurona y neurona, tales como la motivación, las emociones y los instintos.
Las sustancias psicotrópicas externas o drogas, así como los estados de excitación extrema provenientes de conductas de estimulación afectan estos neurotransmisores de manera que hace que el cerebro los produzca exageradamente. Estos cambios, unidos a otros factores como la predisposición adictiva, la personalidad, baja autoestima, inseguridad, una familia disfuncional y factores sociales son el detonante de la enfermedad.
La cocaína, como el tabaco, el alcohol, la marihuana, la heroína, los barbitúricos, los inhalantes, metanfetaminas, etc. tienen un mecanismo de acción común llamado el camino de la gratificación, cuyo neurotransmisor es la dopamina. Todas las drogas que provocan adicción estimulan este circuito, provocando placer por el efecto de las sustancias.
Las sustancias externas que se introducen producen un desbalance bioquímico persistente en el cerebro afectando la conducta, el juicio y la personalidad. Los adictos no toleran la frustración ni el aburrimiento; con el consumo crónico se vuelven agresivos y nada les causa mayor placer que drogarse; ni los hijos ni la familia importan más que las drogas. El placer que sienten durante el consumo alcanza niveles muy altos, por lo que se vuelve cíclica la búsqueda de mayor placer mediante la exploración de otras drogas más potentes, pues el adicto ya no encuentra motivación de manera natural.
La adicción genera una memoria adictiva en el cerebro y es por eso que el programa de recuperación indica dejar los viejos esquemas, amistades o lugares de consumo ya que el cerebro de todo adicto reacciona ante un lugar o personas de consumo con el llamado “craving” o deseo de consumo. Este también se manifiesta en sueños o se detona ante el estrés en situaciones de conflictos familiares o de cualquier otra índole, que afecte al adicto.
La enfermedad de la adicción es como la diabetes o la hipertensión, es crónica porque no se cura, pero se trata, por eso se habla de recuperación, no de curación… de reeducación cerebral y mejoramiento del estilo de vida. Sí existe la recuperación; pero se debe tratar al paciente de forma individualizada, no solo enfocándose en la adicción sino también a la persona. En todas las enfermedades hay tres etapas: leve, moderado y grave (esta última implica la fase terminal que lleva a la muerte), según se explica en los libros de medicina de especialidades en adicciones (CIE-10 y DSM-V).