SEXO PAREJO – Educando Machos – Roles tradicionales vs igualdad de género

 

A  lo largo de los años ha sido significativo el avance sobre la igualdad de géneros en nuestra sociedad, sin embargo es una realidad que la violencia y discriminación de género sigue siendo un problema social de gran importancia.

Esto sin duda al hecho que continúan arraigados algunos prejuicios y actitudes machistas que seguimos reproduciendo generación tras generación, posiblemente debido a que hemos observado e interiorizado dichas actitudes desde pequeños y nos formamos representaciones sociales acerca de lo que significa ser hombre o mujer y los roles que “debiera” desarrollar cada uno.

Los roles indican aquel conjunto de comportamientos previstos y asignados a uno u otro sexo desde la cultura, en una sociedad y momento histórico específico.

En la actualidad escuchamos sobre la igualdad de géneros, la mujer ha salido de casa para incorporarse a la vida laboral, por ende el hombre ha tenido que involucrarse y apoyar cada vez más en el hogar, educación y crianza de los hijos, sin embargo las ideas machistas emergen y en ocasiones resultan de manera inconsciente.

A la mujer se le sigue exigiendo llevar las riendas de la educación de los hijos, la atención a enfermos, ancianos, al esposo, brindar afecto, desde su condición de madres – esposas, protectoras, sacrificadas, orientadas a los demás.

Mientras que la masculinidad tradicional se asocia a la fortaleza, buen desempeño, excelencia, rudeza, violencia,  agresividad, eficacia, competencia así como el ejercicio del poder, la dirección y definición de reglas, la prepotencia, valentía e invulnerabilidad. El hombre no debe doblegarse ante el dolor, ni pedir ayuda aunque ello lo conduzca a la soledad.

Por estas y otras creencias, arraigadas con el paso de las generaciones continua la desigualdad de género, se juzga si alguien es más, o menos hombre por demostrar sus emociones, se sigue señalando a una mujer por  elegir ser profesional y no tener entre sus planes ser madre. Y aunque ha ido ganado terreno en el ámbito laboral, se le sigue desvalorizando y cuestionando su capacidad intelectual o de liderazgo, existen parejas  que fracasan en su relación por que el hombre no sabe cómo reaccionar ante el éxito laboral de la mujer o viceversa es ella quien no sabe cómo reaccionar ante su propio éxito porque ya sea consciente o inconscientemente espera que sea la figura masculina el principal proveedor y protector, la imagen “fuerte”.

Por lo tanto,  la educación es fundamental para romper con estos prejuicios. En casa, los padres son el ejemplo a seguir y quienes deben reflexionar sobre los valores que trasmiten a los hijos, ser congruentes en el decir y actuar para evitar confusiones en ellos, pues cómo hablarle a nuestro hijo sobre la igualdad de género si le enseñamos en la práctica que él no “debe” realizar o apoyar con las labores del hogar, ya que esa no es su responsabilidad, o por el contrario seguimos educando en casa mujeres sumisas,  preparándolas para ser amas de casa sin tomar en cuenta sus metas personales o profesionales.

Para ser congruentes, debemos incluir a todos en las tareas del hogar, permitirles expresar sus emociones sin importar su género, evitemos comentarios que tengan como finalidad poner en duda la orientación sexual, la masculinidad o feminidad de alguien por practicar determinados juegos o vestir de algún color que se cree es exclusivo del sexo opuesto, sólo si se logra erradicar estas y muchas otras creencias sobre cómo se espera que actúe las personas de acuerdo a su género  y se permite que los roles sean menos tradicionales se hablaría de una igualdad de género.

La igualdad es un principio constitucional que estipula que hombres y mujeres son iguales ante la ley”, lo que significa que tenemos los mismos derechos y deberes pero no basta decretar la igualdad en la ley si en la realidad no es un hecho.  Para que así lo sea, la igualdad debe traducirse en oportunidades reales y efectivas para ir a la escuela, acceder a un trabajo, a servicios de salud y seguridad social; competir por puestos o cargos de representación popular; gozar de libertades para elegir pareja así como formar una familia y participar en los asuntos de nuestras comunidades, como podemos ver aún hay camino por recorrer y es la educación el principal recurso.

 

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