Los trastornos alimenticios son un conjunto de alteraciones físicas y psicológicas relacionadas con la ingesta de comida, este tipo de trastornos se pueden reconocer por un patrón persistente de restringir alimentos, hacer dietas no saludables, ejercicio excesivo o por el contrario pueden llegar al extremo de ingerir grandes cantidades de alimento con el objetivo de aliviar el malestar emocional a través de un placer inmediato; la comida. Dicha necesidad de aliviar el dolor después se ve acompañada de culpa y angustia, y es así como la relación con la comida para una persona se vuelve disfuncional. Los TCA no discriminan edad, género o grupo étnico, realmente todos estamos expuestos a padecer esta enfermedad que parece obtener cada vez más fuerza. Existen diversos factores de riesgo para desarrollar un trastorno alimenticio como pueden ser factores individuales, familiares y sociales, la combinación de ellos puede favorecer la aparición y mantenimiento de este tipo de enfermedades.
Dentro de los factores individuales, uno de los que contribuyen significativamente para el desarrollo de un TCA son los factores psicológicos; uno de ellos es la personalidad. La personalidad es el conjunto de dinámicas o características psíquicas que permiten a una persona desenvolverse en la vida, la personalidad se desarrolla conforme vamos creciendo y esta abarca sentimientos, pensamientos y creencias que nos permiten actuar de determinada manera. Dicho lo anterior, personas con rasgos de personalidad obsesivos, perfeccionistas, con una necesidad de controlar todo y un alto grado de autoexigencia son más propensas a desarrollar un trastorno alimentario, una baja autoestima también contribuye al desarrollo de este tipo de alteraciones mentales, pues la autoestima está fuertemente vinculada a la imagen corporal, si nuestra imagen no es la deseada, no cumple nuestras exigencias o estándares, se suele presentar en la mayoría de los casos una baja autoestima.
Nuestro entorno familiar puede potenciar hábitos saludables como el tomar suficiente agua para mantenernos hidratados, comer saludable para crecer fuertes y sanos o hacer ejercicio para tener más fuerza o vitalidad, sin embargo, nuestra familia también puede llegar a ser un entorno donde la hora del desayuno, merienda o cena sea un momento hostil, también puede favorecer una mala relación con nuestro cuerpo a través de comentarios insensibles o sugerencias alimenticias poco certeras. Un ambiente familiar desestructurado o sobre protector puede ser el lugar de partida para desarrollar una mala relación con la comida. Estructuras familiares donde se promueve la delgadez como sinónimo de salud y el aspecto físico como medio para garantizar el éxito social, se convierten en impulsoras de ideales que son difíciles de alcanzar, que más que ayudar a un miembro de la familia lo puede estar destruyendo sin siquiera estar enterados.
Por último, tenemos el factor social, dependiendo de donde hayamos crecido o donde radiquemos nos daremos cuenta de qué tipo de estereotipos existen en nuestra cultura. Dicha cultura en muchas ocasiones premia el aspecto físico por encima de otros valores. Los medios de comunicación favorecen a la presión social asociado a la apariencia física como representación de éxito y aceptación.
Existen diversos tipos de TCA, los más conocidos son la anorexia, que es la pérdida de peso producida por la restricción de alimento, y la bulimia que se caracteriza por atracones de comida seguidos de un vómito autoprovocado o una conducta compensatoria. Las personas que padecen este tipo de enfermedades generalmente se preocupan de forma excesiva por no subir de peso, a pesar de que su peso esté dentro de los parámetros saludables o por debajo de ellos.
La bulimia nerviosa es un tipo de trastorno donde las personas que lo padecen, ante situaciones estresantes o malestar emocional significativo, recurren a comer más cantidad de alimento de lo normal acompañado de una sensación de pérdida de control, a este comportamiento se le conoce como atracón. Los atracones son seguidos por una necesidad de “compensar” o “quemar” la comida ingerida y usualmente las personas con bulimia recurren al vómito auto provocado, uso excesivo de laxantes, ayuno, ejercicio excesivo, pastillas para adelgazar, entre otras conductas compensatorias, con la finalidad de no subir de peso y aliviar la angustia o culpa que les generó el atracón. Comúnmente tendemos a normalizar algunas de estas conductas compensatorias como el hacer ejercicio o hacer dietas, pero ante una alteración mental estas conductas llevadas a la mala práctica y sin orientación de un profesional de la salud, pueden favorecer al desarrollo o mantenimiento de un TCA. Algunos de los criterios para diagnosticar un trastorno de bulimia según el DSM-V son:
- Episodios recurrentes de atracones que deben cumplir con lo siguiente; ingestión de una cantidad de alimentos que es claramente superior a la que la mayoría de las personas ingerirían en un periodo similar en circunstancias parecidas, acompañado de una sensación de pérdida de control.
- Comportamientos compensatorios inapropiados recurrentes para evitar el aumento de peso.
- Los atracones y medidas compensatorias se producen, de promedio, una vez a la semana durante tres meses.
- La autoevaluación se ve influida por la constitución y peso corporal.
Como consecuencia de esta enfermedad pueden presentarse lesiones físicas en paladar y tracto digestivo, afectaciones en piel, alteraciones dentales, estreñimiento crónico, menstruación irregular, distorsión de la imagen corporal, ansiedad, depresión, problemas del sueño y afectaciones en el ámbito social que pueden favorecer al aislamiento. También pueden llevar a desequilibrios de electrolitos y minerales que pueden ocasionar en casos más graves; una pérdida del buen funcionamiento de órganos importantes como el corazón, hígado o riñones y en casos extremos la muerte. La prevalencia de este trastorno radica más en la población femenina, sin embargo, también puede presentarse en varones.
Las personas con este tipo de trastorno alimentario podríamos decir que viven una doble vida; en donde su necesidad de ocultar los síntomas de su enfermedad los lleva a fingir que llevan una vida aparentemente normal frente a las personas que los rodean, pero realmente viven llenos de angustia, preocupación, miedo e inseguridad. Esta “doble vida” le permite al trastorno pasar desapercibido y por ello muchas veces pasamos por alto esos focos de alerta que nos indican que algo no está bien. Ahora que conocemos un poco de este trastorno tan silencioso te invito a reflexionar sobre la importancia de tener una sana relación con nuestro cuerpo, alma, mente y alimentos, para ello es importante ponerle un alto a aquellos pensamientos o afirmaciones que no ayudan a mejorar nuestra relación con la comida, la próxima vez que pienses que tienes que “compensar” ese bocado extra, que “nadie me va a querer por mi físico”, “no encajo en el estereotipo de belleza”, “no comas tanto porque después tendrás que hacer algo para bajarlo”, pregúntate qué tan real es ese pensamiento y qué otras alternativas saludables puedes buscar. El primer paso siempre será el más difícil, es necesario atravesar el dolor para sanarlo, el día de hoy lo más valioso eres tú, encuentra en Oceánica una puerta abierta para mejorar tu vida. Estamos listos para escucharte y guiarte hacia la recuperación.
Lic. Gabriela Sanabria
Supervisora de psicólogos monitores
Referencias
Hilker, I. Valencia, I. y Caballero M. (2019). trastornos de la conducta alimentaria factores de riesgo. https://www.clinicbarcelona.org/asistencia/enfermedades/trastornos-de-la-conducta-alimentaria/factores-de-riesgo
Serrano, E. y Acosta, J. (2019). La autorregulación emocional en los trastornos de la conducta alimentaria. El papel de las emociones en el control y descontrol de la alimentación. https://tca.som360.org/es/blog/autorregulacion-emocional-trastornos-conducta-alimentaria
Fernández, S. (2023). Silenciando la voz del trastorno. https://cometeelmundotca.es/index.php/blog/item/468-silenciando-la-voz-del-trastorno