La adicción conceptualizada como una conducta autodestructiva, hace referencia a una tendencia a través de la obsesión y compulsión en la toma de decisiones y acciones que el individuo realiza para poner en riesgo su vida.
En el sentido estricto de la palabra “autodestrucción” asumimos que, el daño únicamente es individual. Sin embargo; en el comportamiento adictivo las consecuencias se propagan en las principales relaciones interpersonales y roles que desempeña el usuario de sustancias.
El más susceptible es el vínculo con los hijos, debido a que, por la cercanía de la relación son los principales espectadores de la problemática. Y tan solo, por presenciar al ser querido bajo los efectos del uso de sustancias, o tener conocimiento de esta conducta, se inicia una transgresión. Pero ¿cómo es que se atenta? Recordemos que, la memoria tiene un registro a través de los 5 sentidos, y es con los estímulos que recibimos, que se forma un detonante para generar un síntoma, un signo, una crisis como respuesta al malestar que se vive.
El dolor de un hijo ante la adicción de sus padres es proporcional a experimentar un duelo. Porque cada día se presenta la incógnita ¿hoy qué perderé? y se alberga la incertidumbre.
Principalmente, se pierde la sensación de seguridad del hogar, porque aquella persona que supone debía ser sentido de guía, consejo y protección; hoy se encuentra en la pérdida de control de sí mismo. El hijo, ante esto asumirá un intercambio de roles, intentando ser responsable de dar, lo que a él se le ha quitado.
Tendrá que lidiar con la paradoja de saberte ausente, mientras está viéndote. Debido a que, los efectos del uso de sustancias te mantienen negando, encubriendo, evadiendo, y reforzando una conducta de autoengaño, tendencia a la mentira y ocultamiento.
Los periodos de abstinencia se comprenderán inicialmente desde la esperanza, ante el acompañamiento del hijo que cree que es el momento en el cual, la concientización y aceptación del problema ocurrió. Sin embargo; vuelve el patrón de consumo y son los principales momentos en los que, experimentará síntomas asociados al estrés, ansiedad, tensión y depresión.
Tomando como referencia, que el estrés está asociado a creer que el esfuerzo que ha hecho por la recuperación de sus padres ha sido en vano, y su autoexigencia se comienza a acompañar de impotencia y frustración, hemos de señalar que hay una pérdida de ideales y expectativas. La ansiedad aparece como una medida anticipada de protección ante una amenaza que se aproxima. Sin embargo ¿cómo irse de quien se ama? Y ante esa permanencia o aproximación, pueden aparecer síntomas como aceleración del pulso, sudoración, temblor, escalofríos, sofocación, malestar o dolor torácico, miedo a perder el control y/o sensación de irrealidad. La tensión ocurre al percibirse y/o descubrirse en el mismo punto en el que se comenzó. Y la depresión, debido a la exposición de necesidades no cubiertas, insatisfacción y sensación de vacío.
Esto nos permite reflexionar ¿tú adicción cómo está criando a tus hijos?
En este proceso de reflexión nos puedes contactar aquí para ayudarte en tu proceso
Psi. Jessica Villegas.
-Psicómetra.