El impacto del estrés en nuestros hábitos alimenticios
El estrés es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones desafiantes o amenazantes. Sin embargo, cuando el estrés se convierte en una condición crónica, puede tener un impacto significativo en nuestra salud y bienestar, incluyendo nuestros hábitos de alimentación.
Actualmente existen diversas situaciones de estrés tanto en el ámbito laboral, educacional, personal como social y esto puede afectar los hábitos alimentarios. Ante situaciones estresantes, se pueden tomar diversas actitudes frente a la comida, como desinterés, falta real de apetito o incluso la compulsividad en la manera de comer, lo que altera los patrones de conducta alimentaria y puede verse afectada la calidad de la alimentación.
¿Cómo el estrés afecta nuestra alimentación?
Situaciones de estrés pueden llevar a patrones alimentarios no saludables como alta ingesta calórica, largos tiempos de ayuno, dieta con alto consumo de grasas saturadas, sodio y azúcares simples. Adicionalmente, existen alimentos que pueden aumentar la sensación de ansiedad y estrés corporal como el alcohol en grandes cantidades, el café y bebidas energéticas por su contenido de cafeína.
En algunas personas, el exceso en el consumo de cafeína, puede causar taquicardia y dificultad para conciliar el sueño, llegando a provocar insomnio. Por otro lado, el consumo de sal (sodio) en grandes cantidades, puede aumentar la presión arterial, lo cual intensifica el estrés.
Cuando estamos estresados, nuestro cuerpo libera hormonas como el cortisol y la adrenalina. Estas hormonas nos preparan para la “lucha o huida”, aumentando nuestra energía y alerta; sin embargo, también pueden afectar nuestros hábitos alimenticios de varias maneras:
- Aumento del apetito: El cortisol puede aumentar nuestro apetito, especialmente por alimentos ricos en grasas y azúcares. Esto se debe a que nuestro cuerpo busca energía rápida para enfrentar el estrés. La alteración más frecuente en la alimentación en respuesta al estrés es en torno a la rapidez en cual se vive, lo que lleva a comer muy rápido, a no desayunar y a cenar más abundantemente. Otros aspectos más patológicos y relacionados con trastornos de la conducta alimentaria son: la obsesión por las comidas, usar la comida como premios, ingerir impulsivamente alimentos, consumir fuera de control, no poder parar de comer o continuar comiendo a pesar de sentirnos satisfechos, sentimientos de culpa o remordimiento después de comer, desconexión de las señales psicológicas de hambre y saciedad, fluctuaciones del peso, no poder reconocer la razón por la que come y comer más rápido de lo normal.
- Elección de alimentos no saludables: Cuando estamos estresados, tendemos a elegir alimentos que nos brinden consuelo y placer inmediato, como alimentos procesados, dulces y grasosos. Estos alimentos pueden proporcionar una sensación temporal de alivio, pero no son nutritivos y pueden empeorar nuestro estado de ánimo a largo plazo. En cierto grupo de personas, en respuesta al estrés, se genera la necesidad de consumir alimentos o sustancias que estimulan a nuestro organismo a producir opiáceos endógenos (endorfinas y serotoninas) que producen sensaciones placenteras y compensatorias al estrés. Estos alimentos generalmente son de baja calidad nutricional, pero el alimento a elegir depende de cada sujeto, no existe una receta única. Algunos alimentos que pueden ejercer estos efectos son: chocolates, dulces y alimentos altos en grasas saturadas.
- Cambios en los patrones de alimentación: El estrés puede alterar nuestros patrones de alimentación, llevándonos a comer de manera irregular o en exceso. Esto puede afectar nuestros niveles de energía, nuestra digestión y nuestro peso.
- Pérdida del apetito: Aunque el cortisol puede aumentar nuestro apetito, el estrés crónico también puede llevar a una pérdida del apetito. Esto se debe a que nuestro cuerpo puede entrar en un estado de “estrés agudo”, en el que nuestra prioridad es la supervivencia, no la alimentación.
Consecuencias a largo plazo
Los cambios en nuestros hábitos alimenticios causados por el estrés pueden tener consecuencias a largo plazo para nuestra salud, incluyendo:
- Aumento de peso: El consumo excesivo de alimentos ricos en grasas y azúcares puede llevar a un aumento de peso y obesidad.
- Problemas digestivos: La ingesta irregular de alimentos y el consumo de alimentos no saludables pueden causar problemas digestivos, como estreñimiento, diarrea y dolor abdominal.
- Aumento del riesgo de enfermedades crónicas: El estrés crónico y los cambios en nuestros hábitos alimenticios pueden aumentar el riesgo de enfermedades crónicas, como la diabetes, la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares.
Estrategias para manejar el estrés y mantener hábitos alimenticios saludables
Aunque el estrés es inevitable, hay estrategias que podemos implementar para manejarlo y mantener hábitos alimenticios saludables:
- Practica técnicas de relajación: Técnicas como la meditación, el yoga y la respiración profunda pueden ayudar a reducir el estrés y mejorar nuestra salud mental.
- Mantén una rutina de alimentación regular: Comer de manera regular puede ayudar a mantener nuestros niveles de energía y a reducir el estrés.
- Elige alimentos saludables: Opta por alimentos integrales, como verduras, frutas, granos integrales y proteínas magras. Estos alimentos pueden proporcionar nutrientes esenciales y ayudar a reducir el estrés.
- Limita el consumo de alimentos procesados y ricos en grasas y azúcares: Estos alimentos pueden proporcionar una sensación temporal de alivio, pero no son nutritivos y pueden empeorar nuestro estado de ánimo a largo plazo.
- Busca apoyo: Habla con amigos, familiares o un profesional de la salud sobre tus sentimientos y experiencias. El apoyo social puede ser fundamental para manejar el estrés y mantener hábitos alimenticios saludables.
Respecto a si existen alimentos anti estrés, se puede decir que a ningún nutriente se puede atribuir efectos antiestresantes. Sin embargo, las vitaminas A, C y E parecen ejercer un influjo directo en la formación de radicales libres, combatiendo el estrés oxidativo en el organismo, que se refiere a un mecanismo más bien molecular y no psíquico/psicológico.
A modo de conclusión, podemos decir que el estrés puede potenciar y mantener cuatro grandes problemas de salud pública: Consumo excesivo de alcohol, tabaquismo, drogas, sedentarismo y malos hábitos alimentarios, lo que se traduce en altas cifras de obesidad y eventos cardiovasculares. Por lo que es vital combatir estos hábitos inadecuados de vida procurando una alimentación saludable, libre de tabaco, alcohol y drogas; además de una vida activa.