LAS ETIQUETAS: PROFECÍAS AUTOCUMPLIDAS

 

Somos lo que pensamos… cuántas veces nos ha pasado que pensamos algo sobre nosotros mismos y después ocurren una serie de evidencias que confirman esta creencia,  el resultado es que esta creencia ó etiqueta sobre nosotros mismos se agudiza generando en la mayoría de los casos un autoconcepto y autoestima negativa que puede traer consigo serios problemas personales e interpersonales. A continuación, analizaremos el origen de este fenómeno, las causas y las estrategias para modificarlo.

El término “profecía autocumplida” fue acuñado por el sociólogo Robert K. Merton (1948) y como parte de su explicación elaboró el siguiente teorema: “Si los hombres definen las circunstancias como reales, éstas son reales en sus consecuencias” (Thomas, 1928) 1

Al conocer a alguien vamos construyendo una idea o concepto general sobre esta persona y esta idea normalmente está basada en nuestras experiencias con alguien de apariencia similar y en nuestros juicios o valores. De esta manera, las impresiones que tenemos de los otros, los estereotipos o etiquetas que elaboramos, cumplen una función, los usamos como pautas o guías iniciales para relacionarnos con la gente. Si tales relaciones poseen continuidad, tenemos la oportunidad de verificar lo certero o erróneo de nuestra primera opinión y, en todo caso, podemos confirmar nuestras ideas o corregirlas.

Así pues, las profecías autocumplidas son aquellas cogniciones de origen predictivo que se  tienen sobre alguien y que una vez emitidas, se transforman en la causa de que esto se realice.  De esta manera se genera la expectativa  que se termina cumpliendo.

Como ejemplo de las profecías autocumplidas, hacemos referencia a la historia de Pigmalión, artista de Chipre, quien esculpió la figura de una mujer con tal cuidado, dedicación, belleza y perfección que se enamoró de ella. Su amor y gran expectativa hacia la escultura, de nombre Galatea, hacen que Afrodita, la diosa del amor, cumpla el deseo del escultor dotándola de vida. Por analogía, se llama “efecto pigmalión “ al cumplimiento de las expectativas que las personas guardan hacia  los demás y que provisoriamente se ven cumplidas.

El efecto Pigmalión se relaciona directamente con el concepto de profecía autocumplida, ya que implica tener una creencia sobre alguna persona que, por el sólo hecho de existir, moldea y facilita un comportamiento que hace que ésta se termine cumpliendo. Es importante destacar que las profecías autocumplidas y las expectativas del comportamiento de alguien pueden ser positivas o negativas.

Analizando los modelos cognitivos, autores como Beck,  ponen especial atención a los pensamientos,  entendiendo por estos, en un sentido amplio, a las ideas, los constructos personales,  las creencias, las imágenes, las atribuciones de sentido o significado, las  expectativas y procesos, que constituyen la base de las interpretaciones de la realidad sobre nosotros y sobre los demás.

Todos tenemos representaciones mentales sobre algo o alguien que nos permiten seleccionar, organizar y categorizar para que tengan sentido y, a su vez, identificar y seleccionar estrategias de afrontamiento para todo aquello en lo que creemos, mapas internos que dan sentido a nuestro mundo, que se construyen y generalizan a través de la experiencia. 2

 

De esta manera surgen las creencias nucleares las cuales constituyen el YO de la persona, son difíciles de cambiar y son el sentido de identidad de los seres humanos, por ejemplo: “soy exitoso” ó “soy un fracasado”. Tenemos también  las creencias periféricas que se relacionan con aspectos secundarios, éstas son más fáciles de cambiar y representan la creación de las creencias nucleares, por ejemplo: “nunca nada me sale bien”, “de seguro me reprobará, ó, “estoy seguro que el proyecto será un éxito”, “aprendo de mis errores para ser una mejor persona”. Todo aquello en lo que creemos, forma conceptos  que dan sentido a nuestro mundo y se construyen y generalizan a través de la experiencia.

 

¿Quién soy?    ¿Qué me gusta hacer?  ¿Cuáles son mis cualidades, cuáles son mis defectos? ¿Me gusta ser quién soy? ¿Cómo me imagino? ¿Qué mensajes recibí que ahora son parte de mi personalidad?

Nadie nace con un concepto adecuado o inadecuado, éste se va desarrollando conforme se encuentre en contacto con los demás, el proceso permanece siempre abierto y nuestras conductas puedan ser valoradas como positivas o negativas. 3

 

Desde los primeros años de vida internalizamos los mensajes que recibimos del medio ambiente, de los padres, la familia, los maestros y la sociedad. Es así como la conciencia de sí mismo, de la propia identidad y la habilidad de definirse y aceptarse, con límites y capacidades, recae en gran medida en los mensajes culturales que recibimos de nuestro entorno y nos facilitan o dificultan la tarea de la auto aceptación y, por ende, la etiquetación va creando parte esencial de nuestra identidad.

Un ejemplo común es el siguiente,  no distinguir ni diferenciar entre conducta e identidad:

  • Si tiras un vaso…….. eres torpe.

             (conducta)              (identidad)

Es importante y fundamental entender estos conceptos para modificar aquellas etiquetas o creencias distorsionadas sobre nosotros mismos y sobre los demás, entendiendo que una simple conducta no puede generalizar el concepto completo de una persona. Tenemos la oportunidad de cambiar nuestros pensamientos nucleares negativos, siempre y cuando sometamos a un examen de realidad todas aquellas creencias periféricas que alimentan ese concepto. Mejorar la autoestima es la solución para la modificación de estos pensamientos desadaptativos. Según sea la calidad de la autoestima será la calidad de los pensamientos. “Si empiezo por mi seré capaz de ver lo positivo en otros”.

 

REFERENCIAS

  1. Sánchez, M., López, M (2005). Pigmalión en la escuela, Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

2. Esquemas en la terapia cognitiva. Recuperado de http://www.iafi.com.ar/post/crecimiento-personal/Que-               son-los-esquemas-en-la-terapia-cognitiva.html

  1. Ortega, P., Mínguez, R., y Rodes, M. L. (2001). Autoestima: Un nuevo concepto y su medida. Teoría e Historia de la Educación, Universidad de Salamanca

 

dr oceanica
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