Cuando se entabla una conversación, ya sea con la familia, con tu pareja, con amigos, vecinos, en el trabajo, con alguna persona con problemas, se vuelve fundamental establecer una comunicación asertiva, ya que esto permitirá poder establecer un dialogo eficaz, sin embargo, lo más importante para comunicarnos mejor es: saber escuchar.
Saber escuchar es un proceso esencial para entender el mensaje que una persona trata de transmitirnos, porque cuando este mensaje se distorsiona, se mal interpreta o simplemente no se le presta atención, surgen conflictos que en muchos casos se vuelven fatales, por ejemplo: un adolescente intenta dar un mensaje pero no es escuchado por sus padres, esto puede generar rebeldía, enojo, frustración y apego a amistades que propicien malos hábitos en el joven, el cual sólo tiene una gran necesidad de atención. O bien, un matrimonio con problemas, donde uno de los cónyuges no sabe escuchar, puede terminar en una crisis que los lleve a la separación, e incluso, hasta el divorcio. Ciertamente se pueden evitar consecuencias mucho mayores sí en algún momento nos ponemos a escuchar lo que los demás tienen que decirnos.
La Real Academia de la Lengua Española define la palabra “escuchar” como: “prestar atención a lo que se oye”; entonces, todo ser humano que escucha debería poder centrar su atención en lo que alguien le intenta comunicar. Oír y escuchar son dos acciones distintas. Oír, significa percibir con el oído los sonidos y, escuchar, es una acción compleja puesto que implica atención y comprensión para captar el mensaje de otro.
Por lo tanto, la habilidad de escuchar, que se desarrolla con la práctica, tiene un verdadero efecto o impacto positivo en las personas, ya que genera un ambiente de respeto y confianza entre los participantes de una conversación, y trasmite empatía, demostrándole de esta manera a la persona que se comprende lo que dice, lo que siente y que se le está acompañando en su relato.
Hay varios factores que nos impiden escuchar activamente, entre ellos las distracciones que pueden ser producto de la mente, como pensamientos inútiles, diálogo interno, atención dispersa o déficit de atención; el medio ambiente, el tono de voz del emisor, la velocidad con que se emite el discurso, stress, estados emocionales como depresión, tristeza; algunos defectos de carácter como soberbia, ira, egocentrismo; poseer una personalidad caracterizada por la rigidez; y, también están los factores fisiológicos, algún daño en el sistema auditivo, como sordera parcial o total, entre otros.
Para lograr escuchar activa y eficazmente se requieren ciertas conductas como: prestar atención a tu lenguaje corporal y tener una postura receptiva, mirar a los ojos, guardar silencio, es decir, no interrumpir cuando alguien está hablando, no emitir juicios, ser objetivo, observador, dedicarle tiempo a otra persona para que pueda hablar, no asumir ni pensar por el otro, concentración y, no anticipar conclusiones.
De igual forma, el que escucha tendrá que hacerle notar al que está hablando, que lo comprende, dándole respuestas positivas, repitiendo lo más significativo de lo que se le ha dicho y reflejando los sentimientos que le ha compartido, de esta manera podemos asegurarnos de que de verdad estamos entendiendo y sólo entonces podremos emitir una respuesta empática y acorde al mensaje que se nos trasmitió.
Créeme, saber escuchar te puede ahorrar muchos y graves problemas en tus relaciones con los demás.
Bibliografía