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Prevenir o Lamentar – Guía para Padres

 

Los seres humanos tenemos la cualidad de poder prever situaciones o acontecimientos derivados de aspectos personales, relacionales y ambientales. Sin embargo existe también como parte de nuestro temperamento, personalidad, educación y experiencia de vida la tendencia a no poner atención a esta capacidad de anticipación a situaciones de riesgo, las cuales nos hacen actuar de manera negligente, desafiante, confiados o minimizando el daño.  Posteriormente nos lamentamos y tardíamente reconocemos que la situación desagradable o dolorosa que estamos viviendo la “habíamos visto venir”. Buscamos entonces conmiserarnos, evadirnos o simplemente culpar a otros, llegando incluso atribuir nuestra falta de atención a la suerte o destino.

En el tema particular de la adicción, ésta es  el resultado de múltiples factores que al no ser intervenidos oportunamente se combinaron y desarrollaron a través de un proceso de varias etapas en las cuales tanto quien la padece como los seres significativos que le acompañan no estuvieron atentos a identificar señales que anunciaban el desarrollo de una adicción, misma que de haber sido intervenida en su etapa temprana o formación pudiera haberse prevenido.

En el contexto de adicciones llamamos prevención al conjunto de acciones dirigidas a evitar el consumo no médico de sustancias adictivas, disminuir situaciones de riesgo y limitar daños asociados al consumo de estas sustancias.

Estas acciones pueden ser abordadas desde varios tipos de prevención, estructurados en modelos de intervención como pueden ser la prevención universal, la prevención selectiva o la prevención indicada. Sin embargo la mayoría de estos modelos coinciden en que en la estructura social, en específico en la familia y grupo de pares, existen grandes posibilidades de poder prevenir el desarrollo de una adicción.

Existen investigaciones que indican que las familias que mantienen estructura de relaciones sana en su vida familiar son más tendientes a reducir el riesgo de desarrollar una adicción.

Una forma sencilla de prevenir una adicción es la identificación de factores de riesgo y posteriormente desarrollar factores de protección.

 

FACTORES DE RIESGO

  • Componente genético.
  • Grupo de pares.
  • Aislamiento en la casa, escuela y comunidad.
  • Contrariedades cotidianas.
  • Criticar, juzgar.
  • Reprimir sentimientos.
  • Disponibilidad de drogas.
  • Medios de comunicación.
  • Aparente solución de los problemas.
  • Baja tolerancia a la frustración.
  • Falta de información.
  • Primacía de lo académico sobre lo humano.
  • Falta de comunicación.
  • Baja autoestima.
  • Carencias de una filosofía de vida.
  • Manejo inadecuado de la disciplina.
  • Insuficiente promoción de los deportes y la recreación.
  • Permisividad hacia al uso de drogas.
  • Ignorar las necesidades y gustos.
  • Sobreprotección.
  • Propiciar vergüenza.
  • Poco apoyo y afecto.
  • Incongruencia.

 

FACTORES DE PROTECCIÓN

  1. A) Generar una dinámica de relación basada en:
  • Mensajes y límites claros.
  • Brindar apoyo y comprensión de los problemas propios de los hijos.
  • Expresión de sentimientos frecuente y clara.
  • Crear estrategias familiares que faciliten la comunicación.
  • Generar confianza entre los miembros del sistema.
  • Hacer del respecto un valor familiar.
  1. B) Corregir hábitos negativos en una la comunicación:
  • Ordenar, dirigir.
  • Amenazar.
  • Dar consejo y sugerir soluciones sesgadas.
  • Moralizar, sermonear, decir lo que “deberían” hacer.
  • Juzgar, criticar, etiquetar, culpar y comparar.
  • Retirarse, distraerse, hacer bromas, cambiar el tema.
  • Relaciones fuertes con los adultos que los cuidan.
  • Brindar la sensación de éxito y de la capacidad para hacer las cosas por sí mismos.
  • Crear sentido de autonomía y autoeficacia.

 

COMO PADRE DE FAMILIA, ¿QUÉ PUEDO HACER YO PARA AYUDAR A MI HIJO (A)?

1)  Estar alerta: Es importante considerar algunos otros comportamientos disfuncionales que mi hijo presente tales como:

  • Cambios en su conducta y/o rendimiento escolar.
  • Irritabilidad (se enoja fácilmente).
  • Prefiere permanecer fuera de casa.
  • Dificultad para hacer amigos o relacionarse.
  • Evita actividades que tengan que ver con otros niños/jóvenes.
  • Aparenta estar muy ansioso, hiperactivo o deprimido (triste, llora con frecuencia).
  • Se muestra muy demandante u obediente en exceso.
  • Desobediente en exceso (rechaza autoridad).
  • Se comporta como adulto (por ejemplo: cuidar a otros niños).
  • Se comporta de forma muy infantil, no de acuerdo a su edad (conductas regresivas).
  • Descuido inusual de su forma de vestir.
  • Robar dinero u objetos.
  • Pedir dinero prestado frecuentemente.
  • Insomnio.
  • Gastar demasiado dinero sin causa aparente.
  • Manejar artefactos como boquillas, pipas, jeringas, objetos punzocortantes.
  • Tener cápsulas, tabletas, o pastillas no indicadas por el médico.
  • Retraso en su desarrollo físico y emocional.
  • Uso excesivo de chicles y pastillas.
  • Lentes obscuros en lugares innecesarios.
  • Congestión de ojos, nariz y garganta.
  • Hablar mucho y muy lento.
  • Crisis de risa.
  • Conductas agresivas con otros y con él mismo.
  • Miente con frecuencia.
  • Se ve fatigado o somnoliento (dificultad para dormir o presencia de pesadillas).
  • Falta de motivación, energía y autoestima.

2) Fortalecer su autoestima (Darle oportunidad de conocer su propio potencial, explorar, descubrirse).

Lo primordial sería poder ayudar a mi hijo(a) a renunciar a los mensajes negativos y reformar los positivos.  Las pautas básicas son:

  • Escuchar, reconocer y aceptar los sentimientos de mi hijo:
  • Tratarlos con respeto. Aceptarlo como es, respetar su unicidad (evitar comparaciones, fijar metas basándose en las habilidades del niño y no en nuestras propias expectativas) respetar sus sentimientos, necesidades, deseos, sugerencias, sabiduría.
  • Ser sincero con él.
  • Usar mensajes “Yo” en lugar de “Tu”.
  • Hacerle elogios específicos, al grano. Celebrar esfuerzos y triunfos.
  • Ser específico en las críticas, en lugar de: “Tu siempre…” o “Tu nunca…”.
  • Darle responsabilidades, independencia y la libertad de elegir (aunque necesite firmeza, reglas y controles, necesita aún más un espacio en su vida para aprender a manejarse así mismo).
  • Involucrarlo en la resolución de problemas y la toma de decisiones que ataña a su propia vida. Permitirle experimentar, perseguir sus propios intereses.
  • Ayudarlo a aprender de sus propios errores. No castigar sin razón.
  • Evitar ser muy criticón y dar muchos “deberías” y consejos innecesarios.
  • Tomarlo en serio, aceptar su juicio; él sabe cuando no tiene hambre.

3) Ser un buen modelo.

¿Cómo enfrento yo los problemas, cuáles son mis reacciones?

Cuales son mis valores, actuarlos de manera ejemplar.

Congruencia respecto a dichos valores, así como a las reglas y disciplina que solicito se siga en casa.

Es importante poder identificar cuando estas acciones están produciendo un efecto de protección e identifiquemos un cambio positivo en el estado de ánimo y conducta de nuestros hijos, de lo contrario, será importante buscar ayuda profesional que refuerce la intervención sobre los factores de riesgo.

 

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